Imagina recorrer el Periférico a finales de la década de los 50, cuando la Ciudad de México estaba en plena expansión y el concepto de una metrópoli moderna comenzaba a tomar forma. Fue en este contexto que surgió uno de los monumentos más representativos y vanguardistas del arte urbano en el país: Las Torres de Ciudad Satélite.
Inauguradas en 1958, estas cinco estructuras geométricas irrumpieron en el paisaje con una propuesta revolucionaria. Se trata de un conjunto de prismas triangulares de diferentes colores y alturas que, hasta el día de hoy, siguen cautivando a todos aquellos que transitan por la entrada de Ciudad Satélite. Las Torres fueron concebidas como una colaboración entre dos de los grandes nombres del arte y la arquitectura de México: el escultor Mathias Goeritz y el célebre arquitecto Luis Barragán. Ambos compartían una visión audaz de cómo el arte podía integrarse en la vida urbana.
El simbolismo detrás de las torres
Lo que quizás muchos no saben es que, además de ser una maravilla estética, las Torres de Satélite fueron pensadas para representar una especie de “puerta simbólica” que daba la bienvenida a una nueva Ciudad Satélite, uno de los primeros desarrollos habitacionales que anticipaban el futuro de las zonas suburbanas. Cada una de las torres, con alturas que van desde los 30 hasta los 52 metros, está pintada con colores vivos y planos, formando un paisaje abstracto que transforma la percepción del espacio.
Goeritz y Barragán buscaban romper con las convenciones del arte monumental de la época. No solo querían crear una obra escultórica, sino una experiencia visual que dialogara con la arquitectura y la vida urbana. Y lo lograron. Hasta el día de hoy, las torres son un ícono arquitectónico que trasciende el tiempo y conecta a generaciones con el pasado y el presente de la ciudad.
Un hito en la historia del arte urbano
La influencia de las Torres de Satélite ha llegado más allá de la frontera mexicana. Representan un ejemplo claro de la arquitectura emocional de Barragán y de la habilidad de Goeritz para transmitir sentimientos a través de la geometría y el color. Juntas, estas torres no solo son una obra de arte, sino un reflejo de la modernidad que el México de los años 50 aspiraba alcanzar.
Además de su relevancia histórica y arquitectónica, las Torres de Satélite han sido testigos de innumerables historias personales y transformaciones sociales a lo largo de las décadas. Desde ser punto de referencia para los habitantes de Naucalpan, hasta servir de inspiración para artistas contemporáneos que ven en ellas un símbolo de innovación.
¿Cómo eran las torres en 1958?
En su inauguración, las torres eran vistas como un proyecto futurista. Los automovilistas que pasaban por la recién construida avenida Periférico quedaban impresionados por las gigantescas estructuras que se alzaban como un faro de modernidad. En ese entonces, las torres no estaban rodeadas por los edificios y construcciones que hoy en día forman parte del paisaje, por lo que se destacaban aún más en el horizonte, en un entorno semi rural que contrastaba con la creciente urbanización.
Conclusión: Un legado que sigue inspirando
Hoy, más de seis décadas después de su creación, Las Torres de Satélite siguen siendo un emblema del arte y la arquitectura mexicana. Son un recordatorio constante de cómo el diseño puede transformar el espacio público y conectarnos con la historia. Cada vez que pasas por allí, estás cruzando una frontera entre el pasado y el presente, admirando una obra que ha resistido la prueba del tiempo.
Este conjunto escultórico es mucho más que un punto de referencia en el mapa; es un símbolo de la identidad cultural de Naucalpan y de todo el país. Si alguna vez tienes la oportunidad de detenerte a admirarlas de cerca, recordarás que estas torres no solo embellecen el paisaje, sino que también cuentan una historia fascinante sobre la evolución de México y su visión de la modernidad.
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